En mi mundo de los sueños tengo una casa de piedra con tres
pisos y una gran azotea, desde la que se ven los bosques y las montañas.
Y vivo con hombres a los que amo profundamente, quiero como
hermanos y confío en ellos como amigos, no necesito ser infiel, ni sufrir
innecesariamente por los celos.
En mi mundo de los sueños cuando un gato se queda encerrado
en un garaje, los vecinos del inmueble no paran hasta rescatarle haciéndole
libre, aunque hubiesen acabado de acostarse colmados de cansancio.
Y muchos desconocidos me llaman para que yo expulse a sus
demonios, levantando la mano derecha frente a sus caras y diciendo: Alahu
Ahbar, y a la tercera o cuarta vez el demonio se va, el ser inocente queda
libre.
En mi mundo de los sueños, sé que sueño, por eso puedo
montarme en el autobús y decirles a los que van montados a mi lado:
"Vosotros vais montados en mi sueño, yo os he creado, formáis parte de mi
sueño" Y me entienden y les entiendo aunque hablemos distintas lenguas,
porque así es el mundo de mis sueños.
Pero anoche, cuando monté en el autobús y les dije que yo
estaba soñando y les había creado, parecieron extrañados. Una mujer de pelo
largo y rubio, cogido en una coleta, con un abrigo de color tostado y una
mochila al hombro me dijo que puede que yo estuviera soñando, sí, pero ellos no
eran creaciones mías sino reales. Me invitó a bajar del autobus y a dar una
vuelta:
-Fíjate bien en todo
lo que veas, y cuando te despiertes busca información sobre ello. Verás como
existe en realidad.
Caminábamos por amplias calles, rodeadas de parques, que
parecían diseñadas para conductores, no para peatones. Había una sensación de
frío, de silencio, y respetuoso distanciamiento entre los peatones. Los
letreros eran confusos y me esforcé por recordar un rótulo sobre una puerta
amplia: Althotel, o Hotel Alt o algo así. Pensé:" Mañana lo buscaré en
Google". Luego entramos en un edificio enorme y blanco que pensé sería un
hospital, pero no, era una escuela. Por las caras de la gente y por su físico
sentí que aquel era el norte de Europa, Suecia, Finlandia, algo así. Luego caí
en un verdadero sueño y no recuerdo más. Pero esto me dejó intrigada y fui al
ordenador y leí: Alt hotel, Montreal.
Estas son cosas raras que son normales en los sueños. Aunque
a veces trozos del sueño salen a la realidad, lo cual es aún más raro.
El otro
día, por ejemplo, cuando bajé a sacar la basura ya eran las dos menos cuarto de
la madrugada. Suelo sacarla antes, o al día siguiente muy temprano, pero, no
recuerdo por qué razón tenía que sacarla a esa hora extraña. La calle nocturna
se hallaba silenciosa y vacía y allá al fondo, cerca de la esquina, junto a una
tienda que lleva ya años abandonada, una figura negra en la distancia
permanecía quieta, parada mirando hacia la parte de la calle donde estaba yo.
Era la figura de un hombre, por su silueta en vaqueros arrugados, cazadora
vieja y las rodillas un poco flexionadas, como de alguien muy cansado. Las
manos le caían flojas a ambos lados del cuerpo. Y lo raro es que no se movía
nada, quiero decir, absolutamente nada. Quiero decir, aquella quietud, aquella
negrura, a aquellas horas, daba miedo. Cuando entraba de nuevo en el portal,
aquel ser seguía allí, inmóvil, como esperando ¿qué? Al acostarme pensé en ello
y en la tienda de al lado. Ese negocio lleva tanto cerrado que ya recuerdo ni
qué se vendía allí.
Curiosamente cuando mi hijo pasa al lado, nunca le he
dejado que se pare, o que suba y baje los dos o tres escalones de la puerta. Es
un sitio que, decididamente, nunca me ha gustado. Esta coincidencia me
desconcierta y no quiero pensar más en ello.
Pero yo ya he visto antes a estas
figuras que miran, absolutamente inmóviles.
En mi mundo de los sueños, no son siluetas negras, tienen
cara y actitud, pero sí que están muy quietos, como vigilando. De hecho, yo los
llamo así "los vigilantes". Pero en realidad, no estoy segura de lo
que hacen. Una limpiadora de almas a la que se lo comenté se rio de mi
ignorancia; ella los cree esperadores de almas que navegan en sueños. Aguardan
la ocasión de pegarse a un alma para habitar un nuevo cuerpo. Esto me volvió a
desconcertar. Cuando algo me sorprende mucho, no me gusta. Me molestan las
sorpresas; producen inquietud, y por tanto, angustia, y por tanto bajan la
vibración de la energía, o incluso la dilapidan sin sentido. La sorpresa me
deja tensa y sin recursos, por eso la sorteo, como un torero al astado con el
capote.
En mi mundo de los sueños, también caben los mundos de los
sueños de los otros.